EL PERRO Y EL DRAGON

 Hoy me apetecía contaros un "cuento" de Brandon Sanderson, el narrador de la historia es Sagaz con su peculiar estilo: 

YOU WILL BE WARM AGAIN.
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" Un día, un perro vio un dragón volando por el cielo. El perro se quedó maravillado como cabría esperar. Nunca había visto nada tan señorial y grandioso. El dragón surcaba el cielo, resplandeciendo con colores iridiscentes a la luz del sol. Cuando trazó un bucle de vuelta y pasó por encima del perro, bramó un poderoso desafío, exigiendo en la lengua humana que todos reconocieran su belleza.

El perro miraba desde la cima de una colina. No era demasiado grande, ni para ser un perro. Era blanco, con manchas marrones y las orejas caídas. No tenía una raza o un linaje concretos, y era lo bastante pequeño como para que los otros perros le hicieran burla de vez en cuando. Era una variedad común de una especie común de un animal común al que la mayoría de la gente tendría buen motivo para no hacer caso. 

Pero cuando ese perro contempló al dragón y oyó su potente fanfarronada, se dio cuenta de una cosa. Ese día acababa de encontrar algo que siempre había deseado sin saberlo. Ese día había visto la perfección y se le había presentado un objetivo. A partir de ese día nada más importaba.


Iba a convertirse en un dragón.


El perro se pasó en aquella colina toda la noche y el día siguiente, mirando. Pensando. Soñando. Por fin volvió a la granja donde vivía con otros de los suyos. Aquellos perros de la granja tenían todos trabajo, persiguiendo al ganado o vigilando la valla, pero él, como era el más pequeño, pocas veces lo ponían a hacer nada. Quizá para otros aquello había sido liberador. A él siempre le había parecido humillante.

Dado que todo problema a superar no es más que un conjunto de problemas inferiores que superar consecutivamente, el perro dividió su objetivo de convertirse en dragón en tres pasos:

    1. Buscaría la forma de tener escamas coloridas

    2. Aprendería a hablar el idioma de la humanidad

    3. Aprendería a volar


El perro eligió las escamas en primer lugar porque le parecían lo más fácil y quería empezar su transformación con una victorio. Sabía que el granjero tenía muchas semillas de varios colores, y tenían la forma de pequeñas escamas. Pero como no era un ladrón, el perro el perro no se llevó aquellas, sino que preguntó a los otros animales cómo obtenía el granjero nuevas semillas.

Resultó que el granjero podía crear semillas metiendo en el suelo las que tenía, esperando a que crecieran las plantas y luego sacando más semillas de sus tallos. Sabiéndolo, el perro tomó prestadas unas pocas semillas y se propuso hacer lo mismo. Acompañó al hijo mayor del granjero en su jornada de trabajo. Mientras el joven faenaba, el perro fue avanzando junto a él, cavando agujeros para las semillas con las zarpas y plantándolas con mucho cuidado desde la boca.

El hijo mayor del granjero encontró los actos del perro bastante entretenidos, y luego increíbles cuando vio que el perro salía cada día con una regadera entre los dientes. El perrito regó todas las semillas, igual que hacía el granjero. Aprendió a desmalezar y fertilizar. Y al cabo de un tiempo, el perro obtuvo como recompensa su propia pequeña cosecha de semillas de colores.

Después de devolver al granjero las que había cogido prestadas, el perro se mojó y rodó en sus semillas para que se le pegaran por todo el cuerpo. Entonces se presentó a los otros perros.

    - ¿A qué admiráis mis maravillosas escamas nuevas?, preguntó a los demás animales.

    - ¿Verdad que parezco un dragón?

Pero ellos se rieron de él

    - ¡Eso no son escamas!, le dijeron

    - Pareces tonto y ridículo. Vuelve a ser un perro, anda


El perro se fue cabizbajo, sintiéndose estúpido y dolido. Había fracasado en su primera tarea, la de tener escamas de dragón. Pero no se amilanó. Seguro que, si podía hablar con la grandiosa voz  de un dragón, todos lo verían. Así que empezó a dedicar su tiempo libre a observar a los hijos del granjero. Eran tres. El hijo mayor era el que ayudaba en el campo. La hija de en medio ayudaba con los animales, y luego estaba el pequeño, que aún no podía ayudar en nada pero estaba aprendiendo a hablar.

El perro supuso que la mejor manera de aprender el idioma de los hombres sería observando al niño pequeño. Así que el perro jugó con él, se quedó con él y escuchó mientras el bebé empezaba a formar palabras. El perro también jugó con la hija y la ayudó con el trabajo. Al poco tiempo descubrió que alcanzaba a entenderla, si se esforzaba. Pero no podía componer palabras. 

Intentó por todos los medios hablar como ellos, pero su boca no podía emitir esa clase de habla. Su lengua no funcionaba como la de un humano. Al cabo de un tiempo, observando a la hija alta y seria, el perro se fijó en que ella podía poner las palabras humanas en el papel.

El perro se alegró muchísimo al verlo. Era una manera de hablar sin tener lengua humana. Se juntó con ella en la mesa donde estudiaba y fue memorizando las letras que ella hacía. Fracasó muchas veces, pero al final aprendió a rascar él mismo las letras en la tierra.

El granjero y su familia pensaron que era un truco asombroso. El perro estaba seguro de haber encontrado la manera de demostrar que estaba transformándose en dragón. Volvió con los otros perros en el campo y les mostró su capacidad escribiendo sus nombres en la tierra.

Pero ellos no sabían leer las palabras. Cuando el perro les explicó lo que era la escritura, se rieron.

    - ¡Eso no es la voz potente y majestuosa de un dragón!, le dijeron

    - ¡Eso es hablar tan bajito que nadie te oye!. Pareces ridículo y tonto. Vuelve a ser un perro, anda.


Dejaron al perro contemplando su escritura mientras la lluvia empezaba a caer y borraba las palabras. Se dio cuenta de que tenían razón. Había fracasado en su intento de hablar con la orgullosa y poderosa voz de un dragón.

Pero aún quedaba esperanza.


Si el perro conseguía volar. Si lograba esa proeza, los demás perros no tendrían más remedio que reconocer su transformación.

Esa tarea parecía incluso más difícil que las dos anteriores. Sin embargo, el perro había visto un aparato muy curioso en el granero. El granjero ataba balas de heno con una cuerda y luego las hacía subir y bajar usando una polea que tenía en la vigas.

Eso venía a ser volar. Las balas de heno se elevaban por los aires. 

Así que el perro se puso a practicar a tirar él de la cuerda y aprendió la mecánica del aparato. Descubrió que la polea podía equilibrarse con un peso en el otro lado para que las balas descendieran despacio y no se dieran golpes.

El perro cogió su correa y se la ató alrededor para hacer un arnés, como los que envolvían el heno. Luego ató a la cuerda un saco que pesaba poco menos que él, creando un contrapeso. Después de atarse la cuerda al arnés usando la boca, subió al altillo del granero y llamó a los otros perros para que entraran. Cuando llegaron, saltó con elegancia del altillo.

¡Funcionó!

El perro descendió despacio, con una gloriosa pose en el aire.

¡Estaba volando!

¡Surcaba el aire como había hecho el dragón!

Sintió el viento a su alrededor y conoció la sensación de estar en lo alto, por encima de todo. Cuando aterrizó, se sintió orgulloso y libre.

Entonces los otros perros se echaron a reír mucho más fuerte que nunca en la vida

    - ¡Eso no es volar como un dragón!, le dijeron

    - Lo que has hecho es caer despacio. Parecías tonto y ridículo. Vuelve a ser un perro, anda


Y eso por fin aplastó las esperanzas del perro. Comprendió la verdad. Un perro como él no podía convertirse en dragón, y punto. Era demasiado pequeño, demasiado callado, demasiado tonto. 

Oyó ruidos, voces repentinas, ¿Gritos de pánico?

Salió corriendo del granero y encontró al granjero y su familia apiñados alrededor del pequeño pozo de la granja, tan estrecho que apenas cabía el cubo. El perro subió las patas al borde del pozo y miró hacia abajo. Al fondo, en la profunda oscuridad del hueco, oyó llantos y salpicaduras.

El hijo pequeño de los granjeros había caído al pozo y se estaba ahogando. La familia chillaba y lloraba. No se podía hacer nada.

Al instante, el perro supo lo que debía hacer. Quitó el cubo de la cuerda dando un mordisco e hizo que el hijo mayor le atara la cuerda al arnés. Escribió "bajadme" en la tierra y subió de un salto a la boca del pozo. Por último, se arrojó al interior mientras el granjero agarraba la manivela. 

Sujeto por aquella cuerda, el perro voló al interior de la oscuridad. Encontró al bebé sumergido del todo, pero metió el hocico en el agua y cogió la ropa del bebé con los dientes. Al poco tiempo, cuando la familia volvió a tirar de él hacia arriba, el perro apareció sosteniendo al hijo menor, empapado, llorando, pero vivo del todo.

Esa noche la familia puso un cubierto al perrito en la mesa y le hizo un jersey para que estuviera calentito, con su nombre escrito en la parte de delante con unas letras que había aprendido a leer. Sirvieron todo un banquete de la comida que el perro había ayudado a cultivar. Le dieron un trozo de tarta para celebrar el cumpleaños del niño cuya vida había salvado.

Esa noche la lluvia mojó a los otros perros, que dormían en el frío granero con goteras. Pero el perrito se acurrucó en una cama caliente junto al fuego, abrazado por los hijos del granero, con la panza bien llena. 


Y mientras lo hacía el perro pensó con tristeza:

" No he podido convertirme en un dragón. Soy un fracaso total y absoluto"


FIN."


LIBRO: EL RITMO DE LA GUERRA

AUTOR: BRANDON SANDERSON (Traducción: Manu Viciano

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